Rebosamos de felicidad y orgullo. Ayer culminó en Montevideo la Olimpíada de Robótica con la participación ni más ni menos de 3.500 niños y adolescentes de todo el país.
No es porque los triunfadores hayan sido integrantes de centros de estudio de Mercedes que el hecho ha de destacarse como corresponde.
Tampoco porque el torneo fuera visualizado debidamente y visitado por miles de asistentes a las instalaciones del Laboratorio Tecnológico del Uruguay, ni porque ganar y competir sean caras de una misma moneda.
Lo es porque la cobertura que hizo la televisión permitió valorar en las caritas, en los gestos y en las explicaciones de los pequeños que se están perfilando para ser los dueños del futuro en medio de tantas desilusiones que la crónica nos trae a diario y que nos quiere hacer pensar que buena parte del futuro está perdido.
Como luces que florecen entre el pasto seco, estas cabecitas están para lo grande y la novedad se suma a otra noticia: la revelada ayer en Maldonado de que Uruguay se decidió a captar talentos de todo el mundo, tanto de uruguayos que están en el exterior como de extranjeros que quieran radicarse para aportar sus conocimientos. El ministro de Industria fue más lejos que el presidente y agregó que Uruguay se propone transformarse en un Hub tecnológico de América y quizá de un área mayor.
Este país necesitará muy pronto de la robótica (y de su mano) de la tecnología aplicada a otros rubros porque ya en la agricultura temas como el riego empiezan a perder su condición de imposible.
Los robots se movían entre sensores, chips, leds y esquemas de movimiento. Pero detrás estaba lo importante: las ideas.
Ellos mismos, chiquitos de cuerpo pero enormes de cerebro habían logrado escudriñar en las preguntas de este tiempo para inventar soluciones, plantearlas artesanalmente y explicarlas emocionados sin tener conciencia que quienes los escuchaban eran los que se erizaban al punto de las lágrimas.
Quizá hacía demasiado tiempo que no se le ponía atención a lo verdadero. Nos han estado ganando otras “modas”, otros “ídolos”, otros “éxitos” que pueden medirse desde las “letras” de las canciones, la “estética” de los tatuajes, los “derechos” reclamados, o las ”prioridades” de los programas de la prensa montevideana sostenidos por dineros preferenciales.
Y así, hemos ido caminando hacia el embrutecimiento que nos llevará directamente a la pobreza material y moral sin que nadie se pare a protestar.
Que los niños y adolescentes hayan sido los que nos enseñen el norte, es una bofetada pero a la vez una bocanada de aire fresco que justifica la emoción que muchos sentimos al escuchar, y ver actuar a estos pequeños gigantes.